Entonces diré así,
amigo mío: / “Puesto que tengo miedo / habré de ir.”
Gilgamesh
La conciencia de la
muerte y la angustia que ésta provoca están presentes en toda cultura humana, y
el Poema de Gilgamesh, plasmado por
escrito hacia el año 2500 a. C., trata este tema. Jorge Silva Castillo asumió
la titánica labor de hacer una traducción al español directa del acadio, la
cual fue publicada por el Centro de Estudios de Asia y África, de El Colegio de
México, en 1994. Esta edición cuenta con un prólogo y un prefacio
esclarecedores, además de una tabla donde se contrasta el desarrollo de la obra
con los sucesos históricos de la época, un mapa histórico de Oriente Medio y
una representación gráfica de cómo concebía la cultura mesopotámica el universo
—clarifica también algunos pasajes del Génesis, como el del diluvio (Gen. 7:
11)—.1 Cuenta, además, con notas al pie que apoyan cuestiones
relativas a la comprensión del texto y notas al final, que profundizan en
aspectos lingüísticos y formales.
Fuente:
Anónimo, Gilgamesh o la angustia por la
muerte. Poema babilonio (trad. Jorge Silva castillo), El Colegio de México,
México, 1997, p. 46.
La trama es
aparentemente sencilla: Gilgamesh, rey de Uruk, es joven, fuerte y valiente, pero
soberbio y cruel. La diosa Ishtar decide castigarlo enviando en su contra a un
ser salvaje llamado Enkidú, pero después de que éste vence al gobernante en una
lucha, se vuelven amigos y emprenden una serie de hazañas heroicas, que
terminan cuando Enkidú muere. La perspectiva de la propia muerte se vuelve
insoportable para Gilgamesh, quien decide buscar en el inframundo al único
humano inmortal —Utanapíshtim, el sobreviviente del diluvio— para arrancarle el
secreto de la inmortalidad. Después de un épico viaje, Gilgamesh encuentra al
sabio, quien le explica la imposibilidad de su propósito, pero le indica dónde
encontrar la planta de la eterna juventud. Gilgamesh la obtiene, tras grandes
dificultades, sin embargo la Serpiente se la arrebata y el héroe vuelve a su vida de
monarca.
Hasta
aquí lo que vemos en los cursos relámpago de nuestra educación básica; sin
embargo, una edición como la de Silva Castillo nos permite acercarnos más a la
grandeza de esta obra. Hay algunos aspectos que llaman mi atención. El primero
es la honda sensibilidad salpicada de naturalismo del antiguo pueblo que acuñó
el poema. He aquí un fragmento que me recuerda cierto poema mexica:
La humanidad lleva
por nombre
“Como caña de
cañaveral se quiebra.”
Se quiebra aun el
joven lleno de salud,
aun la joven llena
de salud. […]
Las efímeras que
van a la deriva
sobre el río
[apenas] sus caras
ven
la cara del sol,
cuando, pronto,
no queda ya
ninguna.
¿No son acaso
semejantes
el que duerme y el
muerto?2
Este lirismo contrasta
por momentos con secuencias donde se habla de la fuerza bruta:
Saltó Enkidú y
asió
al Toro de Cielo
por los cuernos.
Echó el toro
por delante babas
y por su cola
arrojó estiércol.3
El segundo aspecto que
me entusiasma es un tema de una gran fineza. Enkidú, es creado como un ser
salvaje que convive con las bestias; sólo así tendría la fuerza para derrotar a
Gilgamesh en una lucha, a pesar de ser más bajo de estatura que el monarca. Antes
de ese enfrentamiento, actuando con astucia, el rey envía a una mujer a seducir
a Enkidú, para quitarle su condición salvaje: la violencia primitiva atenuada
por el amor erótico. Después de que el salvaje ha tenido intercambio carnal con Shámhat la hieródula (aquella sacerdotisa que en el Antiguo Testamento
llevará el infamante nombre de “prostituta”),4 ha cambiado y hasta
las mismas gacelas, con quienes recorría las estepas, huyen de él. Por si fuera
poco, el encuentro era inevitable pues Gilgamesh, además, suele disfrutar por
la fuerza a las recién casadas. Cuando Enkidú ya es amigo el monarca, sabiendo
que los dioses están descontentos contra él, y temiendo en consecuencia por la
vida de éste, maldice a Shámhat, la hieródula:
Que
la espuma de la cerveza impregne
tu
hermoso seno
y
el vómito del borracho manche
tu
vestido de fiesta […]
Que sea tu morada
el cruce
de los caminos;
tu albergue el despoblado
y tu puesto
la sombra de las
murallas.
Que abrojos y
espinas
descarnen tus pies
[…]
Que te den
bofetadas
ebrios y borrachos
y te traten
a gritos.5
El dios Shamash lo
reprende:
¿Por qué maldices,
Enkidú,
a Shámhat, la
hieródula,
quien te hizo comer
el pan
destinado a los
dioses
y te hizo beber la
cerveza
destinada a los
reyes,
te revistió con
vestidos
como un príncipe
y te consiguió por
compañero
al soberbio
Gilgamesh?
Ahora, Gilgamesh,
como hermano
mayor,
te hará reposar
en un gran lecho. […]
hará que llore por ti la gente de Uruk,
y por ti guarde
luto.6
Tenemos, entonces, que son
de humanos tanto el amor erótico, que reproduce la vida, como la piedad para
con los difuntos. Hay que agregar a esto que la cerveza es la bebida de los
hombres (pues es fabricada por éstos) en oposición al agua, el líquido
destinado a los animales. Entraríamos en un terreno muy vasto si profundizáramos
ahora en el simbolismo de la bebida especial, pero cabe recordar las bodas de
Canaán7 y los textos sufíes8 donde el vino tiene un
significado sagrado.
Pasando
a otro asunto, desgraciadamente no tenemos una descripción más amplia, pero
sería interesante conocer el tipo de lucha de sostienen Gilgamesh y Enkidú:
sólo sabemos que el objetivo es hacer que el contrario toque la tierra con la
rodilla. ¿Sería acaso parecida a la lucha canaria? En la página 36, el
traductor menciona un tipo de lucha como parte de la fiesta en honor a
Gilgamesh, lo que nos recuerda la inclusión del combate en los ritos funerarios
del ambiente helénico, como queda asentado en Iliada XXIII: 618ss. Volviendo a los héroes babilonios, cabe
recordar que no se trata de una lucha a muerte, sino una ritual. Del tema del
combate pasamos al de las armas y armaduras, acerca de lo cual Silva Castillo
nos da un dato que sitúa a estos personajes en un plano sobrehumano: cada uno lleva
encima más de 300 kg. Como en todo texto antiguo, se habla de la humanidad
presente como de un linaje disminuido.
Llaman
la atención también algunas situaciones en concordancia con el antiguo
Testamento, además del diluvio y la hieródula ya mencionados: 1) cuando Enkidú
realiza los ritos durante el viaje hacia el bosque del monstruo Humbaba (ritual
que nos daría una magnífica obra de arte secuencial), ofrece harina tostada
(¿será la “flor de harina” que se menciona en la Biblia? (Lev 2: 2); 2) Cuando
Anu, de acuerdo con Ishtar, decide enviar al Toro del Cielo para que mate a
Gilgamesh, ella menciona que, por hacerlo, “habrá siete años de paja… / tendrás
que almacenar alimentos para el pueblo.” Esto recuerda cuando José el soñador
interpreta el sueño del Faraón (Gén 41: 1-49); 3) el gesto de despeinarse como
señal de duelo (p. 123); 4) “Mi amigo ha vuelto al barro”, dice Gilgamesh en la
página 153, y nos recuerda inevitablemente no sólo la creación de Adán (Gén 2:
7) sino el ritual del Miércoles de Ceniza.
El poema
concluye magistralmente, pues se repite una descripción de la muralla de Uruk
que está al inicio el poema; dicha obra material es emblema del poder real, expresado
en los logros tecnológicos y el contexto citadino.
Por
último, desgraciadamente no cuento con las fichas bibliográficas, pero la
leyenda de Gilgamesh habitó mi mente, durante muchos años antes de leer esta
versión, gracias a las acuarelas de un hermoso libro infantil, donde el lector
ve alejarse a la serpiente, no como nadan éstas naturalmente, ondulándose
izquierda a derecha, sino definiendo con su cuerpo unos arcos fuera y otros
dentro del agua: en tonos de verde y azul se alcanza a distinguir cómo el
reptil cambia rápidamente de piel, compartiendo el lector su asombro y su punto
de vista con el mismísimo Gilgamesh, rey de Uruk. La otra huella en mi memoria
visual la constituye una adaptación a cómic sin texto, en un libro de español para
secundaria titulado Generando, donde
el dibujante plasmó a un Gilgamesh que camina en medio de tinieblas,
cubriéndose los ojos con un antebrazo (al leer la versión de que hablamos hoy,
el lector comprenderá los alcances de la interpretación gráfica); el artista
realizó trazo y entintado —lo entendería yo años después— que emulan
soberbiamente el trabajo de Joe Kubert, uno esos dibujantes cuya obra gráfica
embelleció los simplones argumentos de las tiras dominicales de Tarzán.
____
NOTAS:
1. “El año seiscientos de la vida
de Noé, el mes segundo, el día diecisiete del mes, en ese día saltaron todas
las fuentes del gran abismo, y las
compuertas del cielo se abrieron, y estuvo descargando la lluvia sobre la
tierra cuarenta días y cuarenta noches.” Biblia de Jerusalén, Desclée de
Brouwer, Bilbao, 1988, p. 20. Las cursivas son mías.
2. Anónimo, Gilgamesh o la angustia por la muerte. Poema babilonio (trad. Jorge
Silva castillo), El Colegio de México, México, 1997, pp. 160-161.
3: Ibidem, p. 111.
4. Dt. 25: 18-19.
5. Anónimo, Gilgamesh… pp. 121-122.
6. Ibidem, p. 122.-123
7. Jn 2: 1-13 y Mt. 26: 27-28.
8. Sheikh
Muzaffer Ozak Al-Yerrahi Al-Halveti, El amor es el vino, Cap. 2.