martes, 1 de octubre de 2013

Gilgamesh: memoria oral, escrita y gráfica

Entonces diré así, amigo mío: / “Puesto que tengo miedo / habré de ir.”
Gilgamesh

La conciencia de la muerte y la angustia que ésta provoca están presentes en toda cultura humana, y el Poema de Gilgamesh, plasmado por escrito hacia el año 2500 a. C., trata este tema. Jorge Silva Castillo asumió la titánica labor de hacer una traducción al español directa del acadio, la cual fue publicada por el Centro de Estudios de Asia y África, de El Colegio de México, en 1994. Esta edición cuenta con un prólogo y un prefacio esclarecedores, además de una tabla donde se contrasta el desarrollo de la obra con los sucesos históricos de la época, un mapa histórico de Oriente Medio y una representación gráfica de cómo concebía la cultura mesopotámica el universo —clarifica también algunos pasajes del Génesis, como el del diluvio (Gen. 7: 11)—.1 Cuenta, además, con notas al pie que apoyan cuestiones relativas a la comprensión del texto y notas al final, que profundizan en aspectos lingüísticos y formales.



Fuente: Anónimo, Gilgamesh o la angustia por la muerte. Poema babilonio (trad. Jorge Silva castillo), El Colegio de México, México, 1997, p. 46.

La trama es aparentemente sencilla: Gilgamesh, rey de Uruk, es joven, fuerte y valiente, pero soberbio y cruel. La diosa Ishtar decide castigarlo enviando en su contra a un ser salvaje llamado Enkidú, pero después de que éste vence al gobernante en una lucha, se vuelven amigos y emprenden una serie de hazañas heroicas, que terminan cuando Enkidú muere. La perspectiva de la propia muerte se vuelve insoportable para Gilgamesh, quien decide buscar en el inframundo al único humano inmortal —Utanapíshtim, el sobreviviente del diluvio— para arrancarle el secreto de la inmortalidad. Después de un épico viaje, Gilgamesh encuentra al sabio, quien le explica la imposibilidad de su propósito, pero le indica dónde encontrar la planta de la eterna juventud. Gilgamesh la obtiene, tras grandes dificultades, sin embargo la Serpiente se la arrebata y el héroe vuelve a su vida de monarca.
Hasta aquí lo que vemos en los cursos relámpago de nuestra educación básica; sin embargo, una edición como la de Silva Castillo nos permite acercarnos más a la grandeza de esta obra. Hay algunos aspectos que llaman mi atención. El primero es la honda sensibilidad salpicada de naturalismo del antiguo pueblo que acuñó el poema. He aquí un fragmento que me recuerda cierto poema mexica:

La humanidad lleva por nombre
“Como caña de cañaveral se quiebra.”
Se quiebra aun el joven lleno de salud,
aun la joven llena de salud. […]
Las efímeras que van a la deriva
sobre el río
[apenas] sus caras ven
la cara del sol,
cuando, pronto,
no queda ya ninguna.
¿No son acaso semejantes
el que duerme y el muerto?2

Este lirismo contrasta por momentos con secuencias donde se habla de la fuerza bruta:

Saltó Enkidú y asió
al Toro de Cielo por los cuernos.
Echó el toro
por delante babas
y por su cola
arrojó estiércol.3

El segundo aspecto que me entusiasma es un tema de una gran fineza. Enkidú, es creado como un ser salvaje que convive con las bestias; sólo así tendría la fuerza para derrotar a Gilgamesh en una lucha, a pesar de ser más bajo de estatura que el monarca. Antes de ese enfrentamiento, actuando con astucia, el rey envía a una mujer a seducir a Enkidú, para quitarle su condición salvaje: la violencia primitiva atenuada por el amor erótico. Después de que el salvaje ha tenido intercambio carnal con Shámhat la hieródula (aquella sacerdotisa que en el Antiguo Testamento llevará el infamante nombre de “prostituta”),4 ha cambiado y hasta las mismas gacelas, con quienes recorría las estepas, huyen de él. Por si fuera poco, el encuentro era inevitable pues Gilgamesh, además, suele disfrutar por la fuerza a las recién casadas. Cuando Enkidú ya es amigo el monarca, sabiendo que los dioses están descontentos contra él, y temiendo en consecuencia por la vida de éste, maldice a Shámhat, la hieródula:

Que la espuma de la cerveza impregne
tu hermoso seno
y el vómito del borracho manche
tu vestido de fiesta […]

Que sea tu morada el cruce
de los caminos;
tu albergue el despoblado y tu puesto
la sombra de las murallas.
Que abrojos y espinas
descarnen tus pies […]
Que te den bofetadas
ebrios y borrachos
y te traten
a gritos.5

El dios Shamash lo reprende:

¿Por qué maldices, Enkidú,
a Shámhat, la hieródula,
quien te hizo comer el pan
destinado a los dioses
y te hizo beber la cerveza
destinada a los reyes,
te revistió con vestidos
como un príncipe
y te consiguió por compañero
al soberbio Gilgamesh?
Ahora, Gilgamesh,
como hermano mayor,
te hará reposar
en un gran lecho. […]
hará que llore por ti la gente de Uruk,
y por ti guarde luto.6

Tenemos, entonces, que son de humanos tanto el amor erótico, que reproduce la vida, como la piedad para con los difuntos. Hay que agregar a esto que la cerveza es la bebida de los hombres (pues es fabricada por éstos) en oposición al agua, el líquido destinado a los animales. Entraríamos en un terreno muy vasto si profundizáramos ahora en el simbolismo de la bebida especial, pero cabe recordar las bodas de Canaán7 y los textos sufíes8 donde el vino tiene un significado sagrado.
Pasando a otro asunto, desgraciadamente no tenemos una descripción más amplia, pero sería interesante conocer el tipo de lucha de sostienen Gilgamesh y Enkidú: sólo sabemos que el objetivo es hacer que el contrario toque la tierra con la rodilla. ¿Sería acaso parecida a la lucha canaria? En la página 36, el traductor menciona un tipo de lucha como parte de la fiesta en honor a Gilgamesh, lo que nos recuerda la inclusión del combate en los ritos funerarios del ambiente helénico, como queda asentado en Iliada XXIII: 618ss. Volviendo a los héroes babilonios, cabe recordar que no se trata de una lucha a muerte, sino una ritual. Del tema del combate pasamos al de las armas y armaduras, acerca de lo cual Silva Castillo nos da un dato que sitúa a estos personajes en un plano sobrehumano: cada uno lleva encima más de 300 kg. Como en todo texto antiguo, se habla de la humanidad presente como de un linaje disminuido.
Llaman la atención también algunas situaciones en concordancia con el antiguo Testamento, además del diluvio y la hieródula ya mencionados: 1) cuando Enkidú realiza los ritos durante el viaje hacia el bosque del monstruo Humbaba (ritual que nos daría una magnífica obra de arte secuencial), ofrece harina tostada (¿será la “flor de harina” que se menciona en la Biblia? (Lev 2: 2); 2) Cuando Anu, de acuerdo con Ishtar, decide enviar al Toro del Cielo para que mate a Gilgamesh, ella menciona que, por hacerlo, “habrá siete años de paja… / tendrás que almacenar alimentos para el pueblo.” Esto recuerda cuando José el soñador interpreta el sueño del Faraón (Gén 41: 1-49); 3) el gesto de despeinarse como señal de duelo (p. 123); 4) “Mi amigo ha vuelto al barro”, dice Gilgamesh en la página 153, y nos recuerda inevitablemente no sólo la creación de Adán (Gén 2: 7) sino el ritual del Miércoles de Ceniza.
El poema concluye magistralmente, pues se repite una descripción de la muralla de Uruk que está al inicio el poema; dicha obra material es emblema del poder real, expresado en los logros tecnológicos y el contexto citadino.
Por último, desgraciadamente no cuento con las fichas bibliográficas, pero la leyenda de Gilgamesh habitó mi mente, durante muchos años antes de leer esta versión, gracias a las acuarelas de un hermoso libro infantil, donde el lector ve alejarse a la serpiente, no como nadan éstas naturalmente, ondulándose izquierda a derecha, sino definiendo con su cuerpo unos arcos fuera y otros dentro del agua: en tonos de verde y azul se alcanza a distinguir cómo el reptil cambia rápidamente de piel, compartiendo el lector su asombro y su punto de vista con el mismísimo Gilgamesh, rey de Uruk. La otra huella en mi memoria visual la constituye una adaptación a cómic sin texto, en un libro de español para secundaria titulado Generando, donde el dibujante plasmó a un Gilgamesh que camina en medio de tinieblas, cubriéndose los ojos con un antebrazo (al leer la versión de que hablamos hoy, el lector comprenderá los alcances de la interpretación gráfica); el artista realizó trazo y entintado —lo entendería yo años después— que emulan soberbiamente el trabajo de Joe Kubert, uno esos dibujantes cuya obra gráfica embelleció los simplones argumentos de las tiras dominicales de Tarzán.

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NOTAS:
1. “El año seiscientos de la vida de Noé, el mes segundo, el día diecisiete del mes, en ese día saltaron todas las fuentes del gran abismo, y las compuertas del cielo se abrieron, y estuvo descargando la lluvia sobre la tierra cuarenta días y cuarenta noches.” Biblia de Jerusalén, Desclée de Brouwer, Bilbao, 1988, p. 20. Las cursivas son mías.
2. Anónimo, Gilgamesh o la angustia por la muerte. Poema babilonio (trad. Jorge Silva castillo), El Colegio de México, México, 1997, pp. 160-161.
3: Ibidem, p. 111.
4. Dt. 25: 18-19.
5. Anónimo, Gilgamesh… pp. 121-122.
6. Ibidem, p. 122.-123
7. Jn 2: 1-13 y Mt. 26: 27-28.
8. Sheikh Muzaffer Ozak Al-Yerrahi Al-Halveti, El amor es el vino, Cap. 2.