martes, 30 de abril de 2013

Tukyo’m

Álbum: Tukyo’m
Grupo: Ajäj Atë’kx
Año: 2010

Cerro de la Cruz, en San Pedro y San Pablo Ayutla, Oaxaca.
Fuente de la imagen:
http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/d/d9/Cerro_de_la_cruz_ayutla.jpg?uselang=es


La gente yuukjä'äy (mixe) de Oaxaca se ha distinguido a lo largo del tiempo por su gran habilidad musical. El idioma ayuujk (mixe) es una lengua del grupo mixeano de la familia mixe-zoque, y es en este idioma que el grupo musical Ajäj Atë’kx canta sus piezas.
Ajäj Atë’kx “Es la luz que da vida a todo lo que existe y con su poder vital y creador permite que cada uno de nosotros continúe con su existencia”; por eso el grupo ha elegido este nombre divino para sí. Ajäj Atë’kx está formado por cuatro miembros de la familia Gil: Javier (guitarra y voz), Eneida (claves y voz), Adán (violín y voz) y Deily (batería y voz).
Su disco Tukyo’m, Tukyo’m nos agasaja con 14 canciones de sonido limpio y agradable. Además de la claridad melódica de cada canción, la belleza de las letras radica en su estructura y visión luminosa de la vida. He aquí unos ejemplos de la traducción al español. En esta primera muestra se aprecia el poder de convocatoria que tiene la música.

Dios guarde a los amigos
Dios los guarde a todos
Este día el grupo Ajäj Atë’kx
Ya tiene muy bien decidido
Que ustedes disfruten sus canciones
Que ustedes bailen con su música
Pongan en sintonía todo su cuerpo
Con la alegría que hoy les traemos.

Ah ah ah, vuelvan a bautizarse a sí mismos
con flores de ricos olores
Como la primera vez que abrieron los ojos
Ah ah ah, ¡Vengan y vean cuánta belleza hay!
¡Cómo brilla cuando el sol nos alumbra!
Vuelvan a vivir como lo hicieron en su infancia
cuando nada les preocupaba.
Vuelvan a ese bienestar
de cuando eran unos niños
¡Ajäj Atë’kx!

Javier Gil Ramírez, “Ajäj Atë’kx”, en Tukyo’m, Tukyo’m, (Fragmento)


También podemos apreciar el amor al padre y el reconocimiento a su obra, así como aspectos religiosos:

Aunque ya te hayas ido, aunque ya hayas partido
Aunque ya no estés aquí, aunque ya hayas muerto
Don Genaro Gil, aún podemos
Contemplar los frutos de tu trabajo.
Podemos contemplarlo en la hermosa iglesia
Todos recibimos tu trabajo a manos llenas.

Aportaste tu esfuerzo para construir la escuela [...]
Hoy tus hijos te cantan
Hoy te traemos flores y velas
Nunca nos olvidamos de ti
Bailas siempre en nuestra alma
Gracias padre por todo tu cariño
Que ahora me da fortaleza, ey, ey, ey.

Javier Gil Ramírez, “Tät Genäär Gil / Don Genaro Gil”, en Tukyo’m, Tukyo’m, (Fragmento)


El amor a la madre se expresa en los siguientes fragmentos:

Tú sentiste una gran alegría por mí
Tú me bañaste todos los días
Tú lloraste mucho y sentiste una gran angustia
Cuando no podía curarme
Cuando estaba muy enfermo
Cuando tú te quedabas con hambre
Para poder darme a mí la comida
Has sido una gran madre
Por eso hoy así te doy las gracias.

Javier Gil Ramírez, “Tyoskuyëp nän / Gracias, Madre”, en Tukyo’m, Tukyo’m, (Fragmento)


Por supuesto, el amor al terruño también tiene lugar en esta producción:

Mi pueblo luce en el horizonte
como una flor blanca
cuando el sol alumbra
Por eso ahora me alegro
Por eso ahora me río de las tristezas
Yo soy del pueblo de Ayutla.

Javier Gil Ramírez, “Tukyomët ëjts / Yo soy de Ayutla”, en Tukyo’m, Tukyo’m, (Fragmento)

¡Qué limpia es su lluvia y su viento!
Su cielo es tan transparente
¡Qué bellas son sus casas
Que se asoman desde aquí y desde allá!

Javier Gil Ramírez, “Tukyo’m, Tukyo’m / Ayutla, Ayutla”, en Tukyo’m, Tukyo’m, (Fragmento)

Y combinados estos elementos en la siguiente canción:

Nos vemos luego, madre, cuídate, luego, madre, cuídate,
No trabajes demasiado, no te hagas eso;
luego, madre, cuídate
No me vayas a extrañar demasiado
Te dejo en manos de nuestra Madre
Con Ajäj Atë’kx nuestro Padre también.

Javier Gil Ramírez, “Ja Jatëdoojk nänun’k” / Nos vemos luego, madre”, en Tukyo’m, Tukyo’m, (Fragmento)


Y las cuestiones religiosas toman forma en las siguientes canciones:

Ya san Pedro y San Pablo
Permitieron que nos tocara una gran fiesta
Vamos a la iglesia
Vamos a ofrendar flores y velas.

Javier Gil Ramírez, “San Peedr San Pääbl” / San Pedro y San Pablo”, en Tukyo’m, Tukyo’m, (Fragmento)

Ahora le ofrezco mezcal a la tierra
Tres veces le ofrezco mezcal
Tú, padre, que nos alumbras
Tú conoces todo lo que me pasa, todo lo que sufro.

Javier Gil Ramírez, “Ëxkäjppëtsëm” / Sácala”, en Tukyo’m, Tukyo’m, (Fragmento)

El tema del amor no podía faltar en esta producción, y queda plasmado en las siguientes palabras:

Aunque yo no pueda verte
Aunque estés tan lejos
Tú llegas a mí como los rayos del sol
Hermosos.

Javier Gil Ramírez, “Xë nëm näjty ja et / De cualquier modo”, en Tukyo’m, Tukyo’m, (Fragmento)

Hoy que nos casamos, hoy que nos han dado la bendición
En la iglesia ofrendamos el amor que nos tenemos.

Javier Gil Ramírez, “Atom nwänta’aky / Nuestra promesa”, en Tukyo’m, Tukyo’m, (Fragmento)

Vamos a ver a dónde iremos a pasear
Mari, vamos a nadar, vamos a jugar
Por todo el bosque, disfrutemos de esta vida
Y querámonos los dos
Ya todo se ha despejado muy bonito
como para nunca morirse...

Javier Gil Ramírez, “Mary men / Ven Mari”, en Tukyo’m, Tukyo’m, (Fragmento)

¿Te acuerdas?
¿Te acuerdas cuando nos entregamos
en el maizal por completo?
¿Te acuerdas? ¿Te acuerdas cuando un montón
de luciérnagas nos alumbraron?

Javier Gil Ramírez, “Mjamyejstpya? / ¿Te acuerdas?”, en Tukyo’m, Tukyo’m, (Fragmento)

Finalmente, la celebración de un año de vida también tiene lugar en este disco:

Hoy en este día
Vuelves a comenzar otro año de tu vida
Dale gracias a tu madre que soportó
Todos los dolores
Para que ahora estés aquí muy bien y feliz.


Javier Gil Ramírez, “Tsyäm mejts mka’xënxë / ¿Hoy es tu cumpleaños?”,
en Tukyo’m, Tukyo’m, (Fragmento)

Sin duda, esta producción cuenta con buena calidad letrística y musical, y, sobre todo, con la autenticidad  y el sentimiento de un grupo de artistas talentosos, comprometidos con la música, con su comunidad, con su familia y con la transmisión de un mensaje positivo, de esos que buena falta hacen en una sociedad tan lastimada como la nuestra.

miércoles, 24 de abril de 2013

Manual nang sasabungin

V. M. de Abella, Manila, 1878


Pelea de gallos en filipinas, hacia 1890.
Fuente de la imagen: http://philippineamericanwar.webs.com/background.htm
 
Las peleas de gallos más antiguas de las que sabemos se realizaban en Asia. Hace 2500 años ya se llevaban a cabo en China y llegaron a Filipinas probablemente por vínculo directo. En muchos países, incluidos Filipinas y México (excepto en la capital del segundo) se trata de una actividad legal.
En la Biblioteca Digital Hispánica encontramos un curioso y breve libro titulado Manual nang sasabungin, un manual para el criador de gallos de pelea, “escrito en castellano por V. M. de Abella.” Cabe preguntarse si fue escrito en tagalog por otro autor y de ahí traducido al castellano, o si el proceso fue inverso.
El libro está formado en dos columnas: en la izquierda se lee el texto en español y en la derecha, en tagalog. La primera parte incluye una descripción del animal. Se asienta la diferencia entre “manoc, nombre genérico, y sasabungin, propiamente dicho gallo de pelea”.1 Esta parte del texto es rica en datos, algunos meramente curiosos o culturales, por ejemplo: “dícese que el gallo es originario de la Pérsia, donde abundan de un modo estraordinario y es el reló viviente de los Derviches.”2
A continuación se da una lista de diez razas de gallos, entre las que llaman la atención el “Gallo moñudo. -Procedente de América”,3 y el “Gallo de Cambodge”, del que se afirma que “estos fueron los primeros gallos que trajeron a Filipinas los españoles, y de esta raza descienden indudablemente los que hoy existen en el país.”4 (Las cursivas son mías.) Le damos al texto el beneficio de la duda, aunque, dada la cercanía geográfica entre Camboya y Filipinas (cosa que no cambió con la funesta llegada de los españoles), pensamos que esta afirmación sólo es un reflejo de ese prurito de imperio hispánico, que encontramos con particular énfasis en los textos hispanófilos del siglo XIX.
En la página 10 encontramos una descripción del gallo: “El buen gallo por lo general es aquel que tiene fuego en los ojos, arrogancia en el andar y tiene proporciones regulares; esto es, que ni la cabeza es grande, ni las patas largas, ni el cuello largo con relación a su cuerpo”. Esta descripción nos puede sonar bastante curiosa, pues habla del animal como si se tratara e un ser humano, en vez de describir, por ejemplo, los movimientos corporales. Al no tener los gallos el recurso expresivo de las pupilas, cabe preguntarnos ¿cómo es el “fuego en los ojos”? Sobra decir que la descripción de las proporciones es también sumamente vaga.
Lo que sigue ya es una españolada moderna, mezquina y descarada con todas las de la ley: “Los hombres, que de todo saben sacar partido para su diversión y recreo, han sabido poner en movimiento ese ódio tan invencible que Dios ha puesto entre gallo y gallo, cultivándolo con tanto arte que los combates de corral ha llegado a ser un espectáculo digno de la curiosidad de los pueblos.”5 Para nosotros la actividad del combate, ya sea animal o humano, es algo que rebasa con mucho el vano significado del “recreo”, pero profundizar en tal asunto rebasaría los propósitos de esta reseña.
Sin embargo, en la página 13, este mismo texto nos da una enseñanza acerca del combatiente: “Es estremadamente celoso, pero no las maltrata [a las gallinas] guardando sus iras para sus competidores los otros gallos” y de inmediato nos regala el autor con su expresión poética, como sacada de una novela de caballerías: “Si está en el corral y se aproxima otro gallo, corre hacia él furioso y llenos los ojos de fuego; [...].”6
En las siguientes páginas, el autor explica cómo cuidar al gallo, aspectos que son aplicables, con las modificaciones pertinentes, para un humano que se dedique a la pelea: alimentación adecuada, evitar la inactividad, acostumbrarse al público, cuidados físicos específicos (por ejemplo para los dedos), manejo adecuado de la sexualidad (¡así como lo leen!), entrenamiento con sparring , y tratamientos de diversas enfermedades. En este último rubro llama la atención la entrada acerca del garrotillo, donde se aconseja el aporte de los negros de cuba: “debe intentarse su curación, pelándole la garganta por fuera y haciéndole algunos puntos en la piel con una chireta hecha brasa. Después se le dará á beber á la fuerza agua salada, metiéndole una, dos ó tres veces por la garganta una pluma mojada en zumo de limón”.7 También se asientan las condiciones en que ha de pelear o evitar la pelea (cuidar este aspecto no vendría mal a algunos boxeadores), “dopaje” con aguardiente (aportación africana) y conocimiento de la pata que diríamos, en Artes Marciales Filipinas, dominante, donde se ha de colocar la navaja.
En las páginas 26 y 27 se da una lista de los colores de los gallos, en tagalog, y en la 28, la parte misteriosa del libro, reservada a los galleros de habla filipina (en tagalog en ambas columnas del impreso): las señales para conocer los buenos gallos de pelea, que se distinguen en las escamas de las patas. Aunque con cierta ambigüedad, el texto dice también que los gallos de colores claros son mejores para la pelea en los climas calurosos, y los oscuros, para los climas fríos.
En la página 31 vemos un comentario que nos recuerda al ser humano, pues, por ejemplo, los golpeadores de mujeres suelen se cobardes ante otros hombres: “El gallo que en cualquiera ocasión pelea con una gallina, suele ser de malas condiciones para la pelea.”8
La segunda parte del libro asienta algunas de las reglas que se seguían entonces en las galleras. Algunas de estas reglas sería muy bueno aplicarlas a ciertos deportes de combate, por ejemplo, el artículo 32, donde se dice, en el segundo punto, que la pelea se da por terminada “Cuando cualquiera de ellos huye por cobardía”.9 ¡El público boxístico podría haberse ahorrado buena parte de la pelea Paquiao-Mosley, posterior a la caída del estadounidense a la lona, si se aplicara esta regla!


Pelea de gallos en filipinas, a principios del siglo xix
Fuente de la imagen: http://tl.wikipedia.org/wiki/Talaksan:Philippine_cockfight,_early_1800s.jpg
 

Los artículos 63 y 64 remiten a un caso que nos parecería inaudito en peleas humanas: la posibilidad de que el muerto durante la pelea resulte ganador. Obviamente, no podían faltar los artículos referentes a la legislación que regulaba las apuestas, los lugares y los momentos autorizados para llevar a cabo las peleas.
El gran escritor filipino José Rizal, en su novela independentista Noli me tangere, criticó severamente las peleas de gallos, como una actividad enajenante, cuyas apuestas dañaban a la sociedad de su país. Algunas personas comparan la pelea de gallos con la fiesta brava, al respecto de lo cual mencionaremos una diferencia fundamental: los gallos pelean en condiciones de mayor igualdad; mientras que, al no haber posible igualdad entre toro y hombre, se sobrecompensa la debilidad humana con la cantidad de verdugos, además de las prácticas desleales conocidas por todo mundo.
Sin duda las peleas de gallos, mientras existan, seguirán siendo una práctica polémica, pero de lo que sí podemos estar seguros, es de que el gallo ha ganado a pulso que se le asocie inmediatamente con la valentía, la constancia y la protección. Hay mucho que aprender de estos nobles animales.

Valdemar Ramírez Loaeza
_________
NOTAS:
1. Manual nang sasabungin, De Abella, V. M., p. 5.
2. Idem.
3. Op. Cit. p. 6
4. Idem.
5. Op. Cit. p. 11.
6. Op. Cit. p. 13.
7. Op. Cit. p. 21.
8. Op. Cit. p. 31.
9. Op. Cit. p. 37.

BIBLIOGRAFÍA:

lunes, 15 de abril de 2013

El colegio que soñé

 

¿Para qué me alcanzará la vida? Con frecuencia me formulo esa pregunta. Son demasiados mis intereses, al menos para mis horas disponibles de vigilia. ¿Por qué hay que dormir forzosamente? ¿Por qué demonios no me enseñaron latín desde la primaria? Y no es que admire a los antiguos gobernantes romanos, esos codiciosos de cuyas intrigas palaciegas, deshonor y afición a la mentira y el pillaje nos dan cuenta autores como los mismísimos Tácito y Tito Livio: es que el conocimiento de su idioma me sería de suma utilidad para conocer más el español, pero sobre todo, para entender la Liturgia Romana. ¡Y qué disfrutable ha de ser leer a Plauto en su propio idioma! ¿Qué decir la lengua griega? Aunque España no se benefició directamente de la Grecia clásica, lo hizo a través de Roma. ¿Cómo será leer en griego la Iliada, ese extenso catálogo de modos de matar y morir, esa grandiosa apología de la violencia? Tampoco puedo leer en griego a los Padres de la Iglesia; tendré que conformarme con la selección de textos en español de José Vives. Resulta que los bizantinos son imprescindibles para entender nuestra herencia cultural. ¿Y qué tal leer en griego moderno a Odysseas Elytis? A estas ausencias que duelen se suma la hermosa geometría de las letras griegas y latinas (pero latinas de veras, bien hechas, no mis garabatos que espero poder enderezar).
Tampoco es que esté obsesionado con esas culturas a las que llamamos clásicas. Comprenderlas me ayudaría a entender el prejuicio hispanista, que tanto daño ha hecho en nuestros países. En este sentido, gracias a Dios, he terminado de leer al menos una vez (con todo y mi torpeza y mi ignorancia), la Biblia, ese texto sagrado del que todo mundo habla, pocos han leído y muchísimos menos entienden (ni modo, en Español también).
Con esto voy llegando a lo que realmente me interesa: quiero construirme una base para saber qué tanto de lo que conocemos de Anáhuak es prejuicio, qué tanto hay que creer a los cronistas de Indias, a los historiadores y a los arqueólogos académicos. Y es que muchos de los que se proclaman defensores de las culturas originarias, por mera ignorancia, terminan dando al traste con su defensa y engrosando la ilusión suprematista de Occidente.
Entonces, a la par de la lectura de los clásicos griegos y latinos, y los Padres de la Iglesia (ya le llegará su turno a los evangelios apócrifos, una nueva lectura del sagrado Corán, la literatura medieval española y la portuguesa), no me queda más remedio que ir aprendiendo rudimentos del latín y el griego, los glifos mayas, el náhuatl de Cholula, el alfabeto filipino del padre López (los motivos de elección de este último quedarán claros conforme se desarrolle esta bitácora).
Pero resulta que también quiero entender y escribir en italiano, en catalán, en portugués, y ya entrados en gastos, en mixteco, en mazateco, en aymara, en kikongo, en fang, en rapanui, en geez, en tsalagi... proyectos imposibles. Asumo terminar derrotado cada noche y volver a esforzarme a la mañana siguiente.
Ojalá pudiera (después del propedéutico autoimpuesto) ingresar al Nuevo Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco-Manila-Banapá. Pero además de que éste no existe hay otro pequeño detalle: aprender tan sólo un nuevo idioma a los 37 no es empresa fácil. ¿Para qué me alcanzará la vida?

martes, 9 de abril de 2013

Querido Escorpión

Benito Taibo
Planeta, 2013



El primer libro que leo de Benito Taibo y ya pienso que su obra me será tan entrañable como la de Paco Ignacio Taibo II y la de Eugenio Aguirre. Y es que su protagonista, Timoteo, alias Señor Delfos, exhibe una candidez que resulta conmovedora, al grado de que dan ganas de gritarle: “¡Te van a matar! ¿No lo entiendes?” En este sentido, no puedo evitar acordarme de lo que comenta RIUS acerca de los personajes de Dzib: “No se enteran.” Candidez, sin duda una cualidad extraordinaria en Arcadia, el país caribeño que Benito Taibo nos describe casi tan terrible como el Apokolips de Jack Kirby, gobernado por un dictador rodeado, como es natural, de lujos extravagantes y poder ilimitado.
Y luego están la rebelde Helena con hache y la poética tabaquera Ariana Cimarrón, además de las leyendas fundacionales de ese pequeño país que trata desesperadamente de copiar los usos europeos para “estar a la altura” de naciones a las cuales importa un carajo si existe o no una nación llamada Arcadia, en el exótico Caribe.
Pero nada de esto calaría tan hondo en el lector si no fuera por la capacidad de Benito Taibo para manejar el idioma. Lo digo sin ningún asomo de vergüenza: si no supiera que se trata de este autor mexicano, juraría (al menos por las primeras cien páginas) que su autor es de un país del Caribe. Sorprende, una vez más, cómo Taibo puede hablar de cosas tan terribles como una dictadura, sus chantajes, imposiciones, silencios, asesinatos y traiciones, sin que el lector acabe horrorizado, si no es que encabronado con la vida; sin embargo, la sensación que queda tampoco es de cinismo ni de insinceridad por parte del autor, sino más bien, la idea de la belleza abriéndose paso aun en las circunstancias más horribles, como esos árboles que crecen, contra toda suposición, en la mismísima lava solidificada del Pedregal.
Espero que ambos hermanos Taibo no se molesten por mi comentario (¡vamos, ni que lo fueran a leer!), pero es que me resulta inevitable: por momentos me parece que fueran las dos caras de una misma moneda: de un lado, PIT II mostrando el desengaño ante la brutalidad de un México ahogado en la corrupción y la violencia, por medio de sus novelas de género neopoliciaco; del otro, Benito con sus personajes anclados de un modo más sereno, si se quiere, a la inocencia. Tal vez cambie de opinión cuando termine de leer la obra de ambos, pero de momento pienso preguntar a mi capitán Sandokan si estos escritores abrevaron de la misma literatura que hace repudiar los imperios y amar la libertad.