lunes, 2 de junio de 2014

Atlas sociolingüístico de pueblos indígenas en América Latina


Pueblo Wayú. Fuente de imagen: http://commons.wikimedia.org/wiki/File:Pueblo_Wayuu.JPG

Antes que comenzar a comentar la Biblia, a Apolodoro y a Hesíodo, quiero hablar de una obra que todos debiéramos conocer: el Atlas sociolingüístico de pueblos indígenas en América Latina, publicado en dos tomos por el Unicef, el Ministerio de Asuntos Exteriores-Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo, y FUNPROIEB Andes.
Este documento se encuentra en línea y es posible bajarlo en formato PDF de manera gratuita; es una lástima que no reciba mayor promoción, de modo que deseo contribuir con mi grano de arena en este sentido; fue publicado en 2009, de modo que, desgraciadamente, es muy probable que muchas de las lenguas indígenas registradas ahí ya no existan.
El Tomo 1 comienza por explicar la organización de la investigación por áreas geoculturales, y los problemas metodológicos debidos, entre otras cosas, a la secular política de invisibilización, la división arbitraria de los países realizada por los gobiernos criollos y mestizos, así como las políticas públicas de cada país. Las áreas geoculturales propuestas son las siguientes, de sur a norte (ya que no hay una razón para comenzar de norte a sur, como no sea el eurocentrismo tradicionalista):

·         Patagonia e Isla de Pascua (incluye el único grupo sociolingüístico de Anáhuak que pertenece a la cultura polinesia: Rapa Nui)
·         Chaco ampliado
·         Amazonía (el área más extensa)
·         Orinoquía (hasta esta área estudia el primer tomo)
·         Andes
·         Llanura Costera del Pacífico
·         Caribe Continental
·         Baja Centroamérica
·         Mesoamérica
·         Oasisamérica
·         Brasil no amazónico (Sudeste de Brasil, Sur de Brasil, Centro-Oeste de Brasil, Noreste de Brasil)
·         Chaco Bolviano.

¿Por qué este estudio sólo abarca América Latina y deja fuera los grupos de lo que hoy son Estados Unidos y Canadá, si se trata de una, digamos, macroárea cultural? Lo ignoro, pero independientemente de los motivos de esta exclusión y de los intereses internacionales que pueda haber (finalmente la Unicef es una parte de la ONU, cuyo papel político no es ningún secreto), es enriquecedor estudiar toda documentación generada acerca de los pueblos originarios.
Entre los problemas metodológicos se haya qué criterios habría que tomar en cuenta para considerar indígena una persona, como se explica detalladamente de las páginas 9 a 13. Otras dificultades son, por ejemplo, la variedad de nombres para un mismo grupo cultural que ha sido dividido por fronteras artificiales, así como las distintas escrituras usadas para una misma lengua (pp. 15-17).
A continuación se aborda la visión de los invasores, quienes privilegiaron de varias maneras a los pueblos que más se parecían a su idea de “civilización” (pp. 23-31). Las visiones republicanas también cobraron su cuota a los pueblos indígenas, al tratar de uniformarlos según su propia idea de progreso (31-34). Posteriormente se analiza las perspectivas indígenas (pp. 35-46), la historia de su participación política (47-60), pueblos y población indígena (pp. 60-73), situaciones etnolingüísticas y multilingüismos (pp. 74-75), transnacionalidades (p. 76), desplazamientos (p. 77), riqueza y complejidad (p. 80-83) y, finalmente, criterios para analizar la diversidad sociolingüística indolatinoamericana (84-95).
Sería absurdo pretender agotar siquiera el primer tomo (512 pp.) de esta titánica labor en una simple entrada de blog. En comentarios posteriores abordaré los temas que me parecen más relevantes, pero la invitación es a leer el documento y así derrumbar los prejuicios que ciegan a las mayorías.

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